miércoles, 2 de marzo de 2016

El trastorno llamado TDAH

Ocasionalmente, todos podemos tener dificultades para quedarnos sentados tranquilos, prestar atención o controlar la conducta impulsiva. Para algunas personas, los problemas son tan omnipresentes y persistentes que interfieren con sus vidas, en los ambientes del hogar, académico, social y laboral.

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDA/H) es un trastorno neurobiológico común afectando a entre el cinco y el ocho por ciento de niños en edad escolar con síntomas que persisten en la adultez en hasta un sesenta por ciento de los casos (es decir, aproximadamente cuatro por ciento de adultos). Se caracteriza por niveles de inatención, impulsividad e hiperactividad inapropiados con respecto al nivel de desarrollo.

Aunque las personas con este trastorno pueden llevar vidas muy exitosas, si el trastorno no se identifica y se trata adecuadamente, el TDA/H puede tener consecuencias graves, como fracaso escolar, estrés y contrariedades familiares, depresión, problemas con las relaciones, abuso de sustancias, delincuencia, riesgo de lesiones accidentales y fracaso laboral. La identificación y el tratamiento oportunos son extremadamente importantes.

La ciencia médica documentó por primera vez a niños que exhibían falta de atención, impulsividad e hiperactividad en 1902. Desde entonces, el trastorno ha recibido varios nombres, entre ellos disfunción cerebral mínima, reacción hipercinética de la niñez, y trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. Con el sistema de clasificación del Manual estadístico y de diagnóstico, cuarta edición (DSM-IV), (Diagnostic and Statistical Manual, fourth edition) el trastorno ha sido renombrado como trastorno por déficit de atención con hiperactividad, o TDA/H. El nombre actual refleja la importancia de las características de falta de atención propias del trastorno, así como también las demás características, como la hiperactividad e impulsividad.

Los síntomas

Típicamente, los síntomas del TDA/H surgen a principios de la niñez, a menos que estén asociados a algún tipo de lesión cerebral más adelante en la vida. Algunos síntomas persisten en la adultez y podrían representar desafíos para toda la vida. Aunque los criterios oficiales de diagnóstico afirman que el inicio de los síntomas debe ocurrir antes de los siete años, investigadores destacados del campo del TDA/H señalan que ese criterio debería ampliarse para incluir el inicio en cualquier momento durante la niñez.

Los criterios relacionados a los síntomas para los tres subtipos principales están adaptados del DSM-IV y se resumen a continuación:

TDA/H tipo predominantemente inatento: (TDA/H I)
■No presta atención a los detalles o comete errores por descuido.
■Tiene dificultad para mantener la atención.
■Parece no escuchar.
■Tiene dificultad para seguir las instrucciones hasta el final.
■Tiene dificultad con la organización.
■Evita o le disgustan las tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido.
■Pierde las cosas.
■Se distrae con facilidad.
■Es olvidadizo para las tareas diarias.

TDA/H tipo predominantemente hiperactivo/impulsivo: (TDA/H HI)
■Mueve o retuerce nerviosamente las manos o los pies, no se puede quedar quieto en una silla.
■Tiene dificultad para permanecer sentado.
■Corre o se trepa de manera excesiva.
■Dificultad para realizar actividades tranquilamente.
■Actúa como si estuviera motorizado.
■Habla en exceso.
■Responde antes de que se haya terminado de formular las preguntas.
■Dificultad para esperar o tomar turnos.
■Interrumpe o importuna a los demás.
■El individuo cumple con ambos conjuntos de criterios para la falta de atención y la hiperactividad/impulsividad.

TDA/H tipo combinado: (TDA/H C)

Los jóvenes con TDA/H muchas veces experimentan retrasos en el funcionamiento independiente, y por tanto podrían comportarse de manera similar a niños más pequeños. Además, el TDA/H frecuentemente ocurre en conjunto con otras afecciones, como depresión, ansiedad o trastornos del aprendizaje. Por ejemplo, en 1999 las investigaciones del NIMH indicaron que dos tercios de los niños con TDA/H tienen al menos otra afección coexistente. Cuando existen afecciones coexistentes, los problemas académicos y conductuales, además de los emocionales, podrían ser más complejos.

Los adolescentes con TDA/H presentan un desafío especial. Las exigencias académicas y organizativas aumentan durante esos años. Además, estos impulsivos jóvenes se enfrentan a los típicos temas de la adolescencia: descubrir su identidad, establecer la independencia, manejar la presión de los compañeros, exposición a drogas ilegales, la sexualidad emergente y los desafíos de conducir un automóvil.

Recientemente, los déficits en la función ejecutiva han surgido como factores clave que impactan el éxito académico y laboral. Dicho de manera sencilla, la función ejecutiva se refiere a la variedad de funciones dentro del cerebro que activan, organizan, integran y manejan otras funciones Esto permite que los individuos aprecien las consecuencias a largo plazo de sus acciones, y guía de manera más efectiva el comportamiento al paso del tiempo. Entre las inquietudes críticas se encuentran los déficits en la memoria de trabajo y la capacidad de planificar el futuro, además de mantener y cambiar estrategias en función de las metas a largo plazo.

El diagnóstico

Determinar si un niño tiene TDA/H es un proceso que tiene muchos aspectos. Muchos problemas biológicos y psicológicos pueden contribuir a síntomas similares a los exhibidos por los niños con TDA/H. Por ejemplo, la ansiedad, la depresión y ciertos tipos de trastornos del aprendizaje pueden causar síntomas similares. En algunos casos, esas otras afecciones pueden ser en realidad el diagnóstico primario. En otros, esas afecciones coexisten con el TDA/H.

No hay una prueba que por sí misma diagnostique el TDA/H. Por tanto, hace falta una evaluación completa para establecer un diagnóstico, descartar otras causas y determinar la presencia o ausencia de afecciones coexistentes. Tal evaluación requiere tiempo y esfuerzo, y debe incluir una historia detallada y una evaluación clínica del funcionamiento académico, social y emocional, y del nivel de desarrollo del individuo. Se debe tomar un detallado historial de los padres y profesores, como así también del niño, cuando sea apropiado. Con frecuencia, los profesionales clínicos utilizan listas de comprobación para calificar los síntomas de TDA/H y descartar otras discapacidades. Estos instrumentos normalizados según la edad ayudan a asegurar que los síntomas sean extremos para el nivel de desarrollo del niño.

Hay varios tipos de profesionales que pueden diagnosticar el TDA/H, entre ellos los psicólogos escolares, psicólogos clínicos, trabajadores sociales clínicos, enfermeras practicantes, neurólogos, psiquiatras y pediatras. Independientemente de quién realice la evaluación, se hace necesaria la utilización de los criterios de diagnóstico para el TDA/H del Manual estadístico y de diagnóstico IV. Un examen médico realizado por un médico es importante, y debe incluir un examen físico completo, que comprenda una evaluación del oído y la vista para descartar otros problemas médicos que podrían estar causando síntomas parecidos al TDA/H. En casos poco comunes, las personas con TDA/H podrían también tener una disfunción tiroidea. Sólo los médicos pueden recetar medicamentos si fuera necesario. El diagnóstico de TDA/H en un adulto requiere una evaluación de los antecedentes de problemas en la infancia en las áreas conductuales y académicas, además de un examen de los síntomas y estrategias actuales de su manejo. Para más información, lea Lo que sabemos #9: Diagnóstico del TDA/H en adultos.

Las causas

Varios estudios se han realizado para descubrir la causa de este trastorno. Las investigaciones claramente indican que el TDA/H tiende a ser de familia y que las pautas de transmisión son en gran medida genéticas. De hecho, más de 20 estudios genéticos han sacado a luz evidencia de que el TDA/H es fuertemente hereditario. Sin embargo, el TDA/H es un trastorno complejo que sin duda alguna resulta de varios genes que se interrelacionan. Otros factores causantes (tales como el bajo peso natal, el consumo maternal prenatal de cigarrillos y otros problemas prenatales) pueden contribuir a otros casos de TDA/H. Los problemas con la crianza o los estilos de crianza pueden disminuir o empeorar el TDA/H, pero no causan el trastorno. El TDA/H es claramente un trastorno del cerebro. Actualmente se realizan investigaciones para definir mejor las áreas y vías allí involucradas.


Prognosis y resultados a largo plazo

Los niños con TDA/H están en riesgo de problemas potencialmente serios en la adolescencia: bajo rendimiento académico y fracaso escolar, problemas en las relaciones sociales, riesgo de patrones de conducta antisocial, embarazo en la adolescencia, y consecuencias adversas al conducir un automóvil. Como se mencionó anteriormente, el TDA/H persiste de la niñez a la adolescencia en la gran mayoría de los casos, aunque el área sintomática de actividad motora tiende a disminuir con el tiempo. Además, hasta dos tercios de los niños con TDA/H continúan experimentando síntomas significativos en la adultez. Sin embargo, muchos adultos con TDA/H aprenden estrategias para su manejo y compensan bastante bien. Una clave para un buen resultado es la identificación y el tratamiento tempranos.


Tratamiento multimodal

El TDA/H en los niños a menudo requiere un método integral para el tratamiento llamado multimodal, e incluye:

■Educación sobre el diagnóstico y tratamiento para los padres y el niño
■Técnicas de manejo de la conducta
■Medicamentos
■Programación y apoyo escolar

El tratamiento debe adaptarse a las necesidades únicas de cada niño y familia. La investigación del histórico Estudio de tratamiento multimodal del TDA/H del NIMH (NIMH Multimodal Treatment Study of AD/HD) es muy esperanzadora. Los niños que recibieron medicamentos cuidadosamente supervisados, solos o en combinación con tratamiento conductual, mostraron un mejoramiento significativo en su conducta en el hogar y en la escuela, además de mejores relaciones con sus compañeros de clase y familiares, que los niños que recibieron atención de menor calidad.

Los psicoestimulantes son la clase de medicamentos más ampliamente usada para el manejo de los síntomas en relación con el TDA/H. Aproximadamente del 70 al 80 por ciento de los niños con TDA/H responden positivamente a los medicamentos psicoestimulantes. Los estudiantes que toman estos medicamentos muestran un perfeccionamiento académico significativo: aumentos en la atención y la concentración, el cumplimiento y el esfuerzo en las tareas, así como también de la cantidad y precisión del trabajo escolar, además de disminuciones en los niveles de actividad, impulsividad, conductas negativas en las interacciones sociales, y hostilidad física y verbal. Un medicamento no estimulante (la atomoxetina) parece tener efectos similares a los estimulantes.

Otros medicamentos que podrían disminuir la impulsividad, hiperactividad y agresión incluyen algunos antidepresivos y antihipertensivos. Sin embargo, cada familia debe sopesar las ventajas y desventajas de tomar medicamentos (vea Lo que sabemos #3: Manejo de los medicamentos para los niños y adolescentes con TDA/H).

Las intervenciones conductuales son también un importante componente del tratamiento para los niños con TDA/H. Entre las estrategias importantes se encuentran ser consistente y usar refuerzo positivo, y enseñar destrezas de resolución de problemas, de comunicación y de autodefensa. Los niños, sobre todo los adolescentes, deben tener participación activa como miembros respetados de los equipos de planificación y tratamiento escolar (Vea Lo que sabemos #7: Tratamiento psicosocial de niños y adolescentes con TDA/H).

El éxito escolar podría requerir una variedad de adaptaciones en el salón de clases e intervenciones conductuales. La mayoría de los niños con TDA/H pueden recibir clases en el salón de clases común con adaptaciones menores al ambiente. Algunos niños podrían requerir servicios de educación especial, si se indica una necesidad educacional. Estos servicios pueden ser provistos dentro del salón de clases de educación común, o podrían requerir una colocación especial fuera del salón de clases común que satisfaga las necesidades de aprendizaje únicas del niño (vea Lo que sabemos #4 Derechos educativos de los niños con TDA/H).

Los adultos con TDA/H podrían beneficiarse de aprender a estructurar su ambiente. Además, los medicamentos para el TDA/H infantil son también útiles para los adultos que padecen TDA/H. Aunque se ha realizado poca investigación sobre las intervenciones para los adultos, el diagnóstico y tratamiento siguen siendo importantes.

Resumen

Aunque los síntomas de falta de atención, impulsividad e hiperactividad del TDA/H están presentes en algún grado en la mayoría de los niños, cuando estos síntomas son extremos para esa etapa del desarrollo, omnipresentes y persistentes, se justifica un diagnóstico de TDA/H. Esta categoría de diagnóstico está asociada con un impedimento significativo en las relaciones familiares, interacciones con los compañeros, logro escolar, y riesgo de lesión accidental, que son áreas de importancia crucial para un desarrollo saludable y exitoso. Dado que el TDA/H puede convertirse en un trastorno para toda la vida, un diagnóstico y tratamiento cuidadosos son esenciales. CHADD está buscando soluciones que llevarán a una mejor calidad de vida para niños, adolescentes y adultos.

National Resource Center on ADHD
A program of CHADD: Children and Adults with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder

TDAH: Lo que quisiera que mis profesores supieran

Publicado el 11 noviembre 2012 por Dra Elena Díaz de Guereñu Escrito por Lisa Gridley (Ontario, Canadá) Traducido y adaptado por Elena Díaz de Guereñu Aunque cada persona debe ser tratada de manera individual, según sus habilidades, limitaciones y necesidades, la siguiente lista recoge lo que la mayoría de estudiantes con TDAH experimentan.

1. Padezco un Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDA-H). Se trata de un trastorno que afecta a las funciones ejecutivas del cerebro. Las funciones ejecutivas hacen que seamos capaces de medir las consecuencias de nuestras acciones y de planear sus resultados; permiten que seamos capaces de organizar nuestras acciones en el momento de llevarlas a cabo y de hacer los cambios necesarios cuando no dan el resultado deseado. La parte del cerebro que gestiona esas habilidades es como un director de orquesta que hace que todos los instrumentos interpreten una pieza musical. Mi director de orquesta tiene problemas para comunicarse con sus músicos; por eso necesito tu ayuda.

2. No soy una persona tonta, vaga ni mala. Es probable que mi CI sea igual o incluso superior a la media: muchas personas con TDAH son también superdotadas. Pero mi cerebro está organizado de diferente manera que el de mis compañeros; a veces siento que me porto como un idiota. Me resulta difícil reconocer que necesito ayuda. Para evitar el mal trago, hago como si hubiera entendido tus explicaciones, o discuto contigo; así consigo que ni tú ni mis compañeros os deis cuenta de mis dificultades. Necesito saber que no te vas a reír de mí ni me vas a ridiculizar si te pido ayuda. Otro problema con el TDAH es que puedo hacer algo muy bien un día y ser incapaz de repetirlo al día siguiente. Por favor, no me hagas sentir peor diciendo cosas como “sé que podrías hacerlo si lo intentases de verdad; ayer fuiste capaz”. En lugar de eso, enséñame cómo empezar a hacerlo, como si fuera la primera vez. Puedes dejar que empiece por mi cuenta, pero revísalo enseguida para asegurarte de que voy bien. No me dejes hacer mal casi todo el trabajo; me será difícil eliminar de mi mente el camino equivocado y se me hará muy duro tener que volver a repetirlo todo.

3. El TDAH no es algo visible; a veces te puede resultar difícil recordar que necesito ayuda. Trata de imaginar que soy un alumno ciego y piensa cómo me tratarías.

4. Algunos días me cuesta muchísimo controlar mi conducta. Es como si estuviesen sonando varias emisoras de radio a la vez y yo tratara de escuchar sólo una de ellas. Es algo que te pone muy nervioso y resulta frustrante. Por eso, si me preguntas algo y te contesto de mala manera, es simplemente porque ya no puedo soportar esa tensión.

5. Imagina que eres mi entrenador. Los buenos entrenadores consiguen lo mejor de sus jugadores a base de animarles, premiarles y aplaudirles inmediatamente, sobre todo delante los demás. Castigarme por cosas que no sé hacer bien sólo hará que me sienta aún peor conmigo mismo. Y, por favor, no me avergüences delante de los demás; dime las cosas en privado. Las relaciones sociales no son mi fuerte; me cuesta hacer amigos o llevarme bien con ellos. Entréname para que haga mejor las cosas. Explícamelo con detalle, ponme ejemplos. Me cuesta aprender algunas cosas a la primera. Y anímame cuando lo intente.

6. Ayúdame a recordar las normas: anótalas donde las tenga siempre a la vista. Necesito que me las recuerdes de vez en cuando y que me avises cuando las esté desobedeciendo; en resumen, necesito práctica para aprender a cumplirlas. Cuando me salte una norma, házmelo saber al momento y dime qué debería haber hecho.

7. Necesito que me ayudes a:

−  Organizarme: anotar los deberes en mi agenda, prepararlos, terminarlos y entregártelos cuando están acabados

−  Tomar apuntes

−  Aprender a estudiar

−  Hacer los exámenes.

Cuando corrijas mis ejercicios, fíjate en las partes que me cuestan más y enséñame a hacerlas mejor.

8. Es muy difícil para mí recordar un montón de instrucciones si me das todas de una vez. Por favor, dame las instrucciones de una en una. Para los deberes, me ayuda mucho tener las instrucciones por escrito, para no tener que intentar recordarlas todas.

9. La medicación me ayuda a centrarme y calma mi hiperactividad. Pero, al hacerme mayor, puede ser necesario ajustarla. Puedes ayudarme mucho si avisas a mis padres de que mi medicación ya no está siendo tan eficaz.

10. Incluso con la medicación, necesito moverme. El movimiento me ayuda a concentrarme y aprender. Puede serme útil ponerme de pie mientras explicas; necesito liberar energía, como si una corriente de alto voltaje me recorriera los brazos y las piernas. Si te parece bien, cuando necesite levantarme te haré una señal determinada. Entonces, puedes enviarme a buscar algo a tu despacho, pedirme que recoja o reparta papeles o que borre la pizarra. O puedes decir hacer que toda la clase descanse para estirar las piernas; nadie sabrá que lo haces sólo para ayudarme a mí.

11. No me castigues sin salir al recreo. Necesito desesperadamente la actividad física varias veces al día para liberar el exceso de energía y eliminar el estrés que me produce el permanecer sentado tanto tiempo. Sin esta válvula de escape, aumentarán mi hiperactividad y mi impulsividad.

12. Otra cosa que me ayuda es hacer algo con las manos. Juguetear con un bolígrafo, un pedazo de plastilina o una bola anti-estrés me ayuda a liberar el exceso de energía.

13. Mi lugar en la clase es muy importante. Puede ser mejor estar en primera fila, para no distraerme con lo que hacen mis compañeros y estar más cerca de ti cuando necesite ayuda. O puede ser mejor estar al fondo de la clase; así no estaré mirando para atrás constantemente para ver qué pasa en la clase. Estar al fondo también me quitará “público” y me permitirá levantarme, si lo necesito, sin distraer a los demás. También necesito evitar otras distracciones: las ventanas, la papelera, otros compañeros que estén molestando… Puede ser útil estar junto a alguien que me pueda ayudar si tú estás ocupado: cuando necesito ayuda, no puedo esperar.

14. Cuando notes que me he distraído, hazme una señal discreta o tócame el hombro al pasar junto a mí. O di algo como “Esto es muy importante, así que prestad atención”. Por favor, nunca me ridiculices con sarcasmos o expresiones como “Houston llamando a…”

15. Soy muy sensible a pequeños ruidos y sensaciones: el zumbido de los tubos fluorescentes, la temperatura de la clase, las etiquetas de mi ropa o el ruido que hace al escribir mi compañero de detrás. A veces, cosas como estas me impiden concentrarme. Me puede ayudar tener un lugar tranquilo al que ir si yo lo necesito o ves que me cuesta concentrarme. Pero, por favor, déjame a mí decidir si voy o no; no me avergüences ante toda la clase obligándome a ir. Si ofreces este “lugar tranquilo” a toda la clase, me será más fácil utilizarlo sin sentirme señalado.

16. Me cuesta pasar de una actividad a otra, sobre todo si estoy haciendo algo que me gusta. A veces tiendo a hiperconcentrarme; entonces me cuesta mucho esfuerzo cambiar de tarea. Puedes ayudarme si me avisas de que vamos a cambiar de actividad dentro de unos minutos. Eso me da el tiempo que necesito para “activar los frenos” en mi cabeza. Pasar de una actividad física a una sedentaria (volver del recreo o del gimnasio) me resulta especialmente difícil. Ayúdame frenándome poco a poco y premiándome cuando me coloco en mi sitio rápidamente.

17. Tengo muy mala letra. Permíteme escribir en letra de imprenta si lo prefiero. El ordenador es aún mejor; suelo pensar más rápido de lo que escribo y el ordenador me permite reflejar mis ideas sin preocuparme de los errores o el desorden; más tarde podré corregirlos