sábado, 5 de octubre de 2013

¡Háblame bonito!


La importancia de cómo hablamos a nuestros niños

Por Tamara Chubarovsky, Octubre 2013

Si decimos que hay palabras y maneras de hablar que matan,  que hieren,  que enferman y que condicionan negativamente el desarrollo del niño, es que también hay palabra y maneras de hablarle al niño, que apoyan su desarrollo y su integridad.
El contenido de las palabras, frases como “eres tonto”, “eres vago” etc, es evidente que daña el núcleo del ser del niño, pero como vemos en muchos artículos actualmente, el tono y la manera de comunicarnos también puede dañar o ayudar al niño. “Ponte la chaqueta”, es una frase “neutral”, pero si constantemente digo frases de este tipo, aunque no gritando, pero con un tono seco, duro, lineal, entonces también le hago daño.  El grito y el hablar agresivo es nocivo incluso  desde el punto de vista fisiológico: En la primer infancia el pulmón aún está aprendiendo a respirar, contantes “sustos” provocados por el grito adulto, crean  una contracción y parada respiratoria, que a largo plazo dará un patrón respiratorio y un funcionamiento del pulmón más débil.
En nuestras manos está  pues, hacernos cargo, responsabilizarnos de nuestra manera de hablar, tanto respecto a las palabras que usamos como al tono y melodía.  (...)  Se tiene poca conciencia respecto a que si nuestro tono es duro y siempre emite una energía de cierto enfado, o si por el contrario es demasiado  blando y “ñoño” y nuestro NO, tiene poca consistencia. Justamente la mamá que tiene este patrón,  cuando no consigue su objetivo, después de 5 Nos poco eficientes,  grita otros 5 Nos histéricos!. El punto medio, hablar con claridad, pero desde la asertividad, con seguridad, presencia y energía, pero sin atisbo de agresividad, es todo un reto. Prueben decir ¡Ponte la chaqueta!, con tono lineal pero ascendente, lleno de entusiasmo.
También debemos aprender a hablar  con un tono cálido, envolvente, redondo, que no se nos haga “cursi”, que no sea ni el truco del canto, ni el truco de la vocecita ñoña, infantiloide, con la que muchas mamás y educadores se dirigen a los niños, como si fueran idiotas (perdón). Los niños quieren escuchar personas de verdad, auténticas, verdaderas y con control y conciencia de sí mismas.
(...)

En fin, sé que lo que les propongo es un gran reto, pero se trata del futuro de nuestros niños y por ende de nuestra sociedad…Transformándonos a nosotros mismos, empieza la transformación del Planeta. ¡Animo, que merece la pena!


¿y cómo lo hacemos?

Es posible, trabajarnos estas cosas, la manera de hablar se puede entrenar,  en un primer momento se trata  sobre todo de ganar autoconciencia y auto percepción respecto  a nuestro tono y tipo de frases que hacemos, para desde ahí poder ir corrigiendo. En los Talleres “Mejora tu Voz y capacidad comunicativa”, especialmente “Expresividad y Asertividad”, van en esta línea. Aunque también básico, y mucho, es si nuestra voz suena bien, libre de ronqueras y disfonías. Un lenguaje bien articulado y con un tono saludable, también genera una buena disposición de patrones respiratorios  y de lenguaje en el niño, ya que por empatía orgánica, sus cuerdas vocales vibran como las nuestras y si nosotros a todos los niveles “vibramos positivo”, ¡más vibración positiva para la vida del niño!.

Y aquí va un consejo para empezar el cambio ya:

Rudolf Steiner nos recomienda lo siguiente: Si has nombrado al niño durante el día (o durante la jornada escolar en el caso de los maestros) con un grito o tono duro, antes de despedirte, vuelve a decir su nombre entero, amorosamente. Así podemos “reparar “ mucho del daño hecho. Lamentablemente muchos padres y maestros dicen el nombre completo del niño, justamente para regañarlos,  relacionando el niño su nombre, su identidad entera, a nivel inconsciente, con algo negativo. Enfadados  los adultos dicen ¡Alejandro! Y con “buen rollito”, ¡Ale!. Desde mi experiencia respecto a  la importancia de ser nombrados con nuestro nombre entero, ya que aúna potencialmente nuestros talentos y cualidades innatas, os invito a cuidar la manera en que nombramos a nuestros niños: nombrémoslos aceptando todo su potencial (nombre entero) y bonito…

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